Este refrán sugiere que el carácter y las actitudes de un jefe o líder pueden influir significativamente en el comportamiento de sus subordinados o seguidores. Si un jefe es deshonesto, cruel o ruin, es probable que sus empleados adopten comportamientos similares como una forma de adaptación o supervivencia en ese entorno. El refrán resalta la responsabilidad que tienen los líderes en modelar las actitudes y valores de aquellos a quienes dirigen.