El refrán se refiere a la tendencia de los jóvenes, especialmente los adolescentes o adultos jóvenes (simbolizados por tener barbas poco crecidas), a ser menos inhibidos o avergonzados que los adultos más maduros. Sugiere que la juventud a menudo va acompañada de una menor conciencia de las consecuencias o de un menor miedo al ridículo, lo cual puede ser tanto positivo como negativo.