Este refrán sugiere que la calidad de un sirviente o empleado es a menudo reflejo del comportamiento y las cualidades de su amo o jefe. Si el amo es bueno, justo y respetuoso, es probable que sus empleados o sirvientes también lo sean. Implica que la bondad y la competencia en la dirección inspiran virtudes similares en aquellos que están bajo el mando.