Este refrán hace hincapié en la importancia de la prudencia y la planificación, independientemente de las circunstancias actuales. Significa que tanto en tiempos buenos («buen andar») como en tiempos difíciles («mal andar»), es esencial mantener un enfoque equilibrado en la vida, asegurándose de satisfacer las necesidades inmediatas («comer») mientras se guarda o se ahorra para el futuro.